La vida y pergaminos profesionales de la periodista Marcia Scantlebury (74), dan para escribir un libro. La ganadora del Premio Lenka Franulic 2018, periodista de la Universidad Católica de Chile, ha desarrollado una carrera profesional de más de 40 años, en la cual destaca su motivación por los temas de derechos humanos, política, feminismo, y también cultura y literatura.
Como reportera, entrevistadora, investigadora, editora y asesora, ha plasmado su mirada y trabajo en diversos medios e instituciones nacionales e internacionales.
Su participación en revistas como Ercilla, Análisis, Caras, Revista Libros de El Mercurio, han dejado una huella incombustible, así como también su participación durante dos períodos como parte del directorio de TVN y encargada de los contenidos del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos.
En la actualidad, es parte del Consejo Nacional de Televisión (CNTV), y asesora de varios directorios, como el del mismo museo que ayudó a crear, y de la fundación Equitas. “Hoy estoy en una época en la que estoy haciendo una síntesis. Sigo trabajando, pero desde otra verada. Escribo menos, y estoy en varios directorios. Doy charlas y he colaborado con otros países en museos de la Memoria. Hago muchas cosas pero gano poco (risas). Como me dice un amigo: “estás en los directorios donde se gana menos”, cuenta risueña.
¿Cómo se fue perfilando su camino profesional?
Mi generación era menos mediática. A mi no me gustaba ponerme en pantalla, siempre sentí que no era la mío porque siempre lo que queda es la imagen. Y lo que me gusta son los contenidos. Me gusta mucho la literatura y por eso escribí entrevistas largas en la Caras y en la Revista de Libros, donde tuve la oportunidad de entrevistar, por ejemplo, desde el Premio Nobel Darío Fo a la Cicciolina. Me gusta mucho escribir. Me formé en la Ercilla escribiendo de política y cultura. Escribir sobre las mujeres, elevar el tema, entrevistarlas y mostrarlas, hablar de derechos humanos, eran mis temas. Y costaba mucho meterlos en pauta. Eso me gustaba mucho.
¿Qué sintió cuando le dijeron que había ganado el Premio Lenka Franulic?
Sentí una emoción indescriptible. Antes sólo había recibido un premio de la FISA por un reportaje que hice para Ercilla, y luego el Julieta Kirkwood, el cual habíamos instalado las mujeres. Nunca pensé en los premios. Alguien me preguntó una vez, que por qué no me sacaba premios y yo le dije que “no sé, que quizás estoy prohibida” (risas). Hablando en serio, creo que lo gané porque tiene que ver con mi biografía. Sin falsa modestia, he tenido una trayectoria bastante importante y original, porque nunca me he mantenido trabajando muchos años en un solo lugar. Tuve una vida muy dispersa y fraccionada, por lo que tuve que empezar de nuevo miles de veces. Viví en varios países y en cada uno tuve que armarme de nuevo.
La periodista fue militante del MIR, y perseguida tras el golpe militar. Fue detenida en 1975, época en la que estuvo presa en varios recintos, entre ellos Villa Grimaldi. Fue torturada y también vivió en el exilio.
LA TELEVISIÓN Y LOS CONTENIDOS
¿Cómo llegó a la televisión?
Fui editora de TVN hace muchos años atrás y fui parte del Directorio del canal en dos instancias, en las que fui elegida unánimemente. Yo siempre he sido una persona de consenso, lo que no quiere decir que no defienda mis puntos de vistas y discrepe mucho. Yo no soy amiga de la Presidenta. Le tengo mucho respeto y me sorprendió cuando me llamó para decirme que me necesitaba, tras el fallido nombramiento de Francisco Aleuy. Le dije que estaba para ayudarla, pero que ella no podía pasar el bochorno de otro veto, así que le sugerí que busque el nombre de más consenso, y que estaría disponible, sólo si no había otro nombre más adecuado. Mi nombre fue aprobado por unanimidad.
En esa misma época, la Presidenta, Michelle Bachelet, le propuso hacerse cargo de los contenidos del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. “Me sentí muy honrada con ambos desafíos. Nunca supe quien me propuso para llegar allí”, confiesa.
Usted estuvo casi 10 años en el directorio de TVN ¿Qué piensa de la actual situación que vive el canal hoy?
Es terrible. Soy una ferviente admiradora de la TV pública, pienso que es indispensable y sería terrible que termine. Creo que Sebastián Piñera es de los pocos políticos que tiene conciencia de la importancia de la televisión, por lo que creo que en su gobierno no va cargar sobre la espalda, el haber terminado con la televisión pública. Sí creo que existe el peligro, de que se haga una televisión pública mucho más pequeña, menos relevante. Yo creo en la masividad y popularidad de la televisión pública y la importancia de eso. No creo en una televisión pública donde se den clases de matemáticas en la mañana y luego pongan a un intérprete de violín. No digo que no sea importante pero no es eso. Cuando estaba en el directorio, siempre decía que estaba allí para darle una impronta distinta a la que puede dar un hombre, que es la mirada desde el ser mujer, el ser progresista, aportar en el tema de la cultura relacionada con lo masivo, etc.
Al hacer una lectura general, se sigue cuestionando a la televisión pública, su aporte real.
En esta sociedad la gente sólo critica la televisión pública, pero nunca ve cuales son los fenómenos profundos. Las nuevas generaciones han cambiado muchas cosas, son menos prejuiciosos, han roto paradigmas y por eso creo que la sociedad ha avanzado, porque la televisión ha mostrado todo eso. Ha mostrado la discriminación, la diversidad, muchas cosas increíbles. Habían directores que decían que no veían televisión con orgullo ¿Cómo puede ser? Mientras estuve, yo veía todo. Soy una admiradora de Rojo, por ejemplo. Me parece que la idea del programa es extraordinaria porque es una posibilidad de democratizar el acceso a la cultura, de gente que en su mayoría es pobre y no tiene los recursos para lograr sus sueños. También ellos hacen una labor social visitando hogares o recintos con personas en situación vulnerable. Yo fui una viuda de la Quena Rencoret, porque para mi el período más importante de ella fue cuando trabajó con nosotros. Por ejemplo, El Laberinto de Alicia, trataba el tema de las drogas y la pedofilia. Para mi, eso es cultura.
¿Volvemos al tema de cuidar los contenidos?
Sí. Para mi los contenidos son los importantes y hasta un reality me parece que puede ser muy bueno. Claramente depende de cual, porque hay unos horrorosos. Cuando empezaron, yo veía en Italia el Gran Fratello (El Gran hermano) y para mi fue fascinante porque presentaban muy bien el contexto de las relaciones humanas. Eso es interesante. La crítica es muy liviana y se queda en cuestionar el formato. Un buen formato con malos contenidos no llega lejos.
¿Cuál es la salida que ve a la actual crisis de TVN?
Tenemos otro escenario donde tenemos que cambiarlo todo, casi pensando desde cero, pero no desde la nada: en TVN hay una base construida espectacular. Recuerdo hitos como la creación del canal 24 horas, que fue una apuesta riesgosa, y resultó mucho mejor de lo que pensamos. Al igual que Gen Mishima, que fue una serie extraordinaria. Otro programa, 360º, era espléndido y recibió premios en el extranjero, pero la gente no los premiaba con la audiencia.
El eterno cuestionamiento sobre los contenidos “con peso” en la televisión, pero que no marcan con rating…
Sí. Entonces ahí hay un tema por reestudiar, también con los horarios de exhibición, la publicidad, la promoción. En la mayor parte que estuve en TVN, éramos el número uno. Después bajamos y luego volvimos. En ese tiempo nos llevábamos casi toda la torta publicitaria y ahora se la llevan entre muchos. Algunos dicen que son 4 pero yo diría que son hasta 5. Por lo tanto la competencia es muy dura y TVN tiene responsabilidades que los otros no tienen. Asimismo, las nuevas tecnologías te plantean nuevos desafíos y TVN siempre ha estado trabajando para asociarse a ellas, pero aún le queda mucho. Es distinto a un medio que siempre ha estado en eso. Hace falta una radio, algo que pensamos, y lo fuimos a hablar con Andrés Chadwick en el primer gobierno de Piñera. Hay que repensarlo todo, no para borrar, sino para ver cómo se reorientan las cosas.
Además de una radio y la incorporación de nuevas tecnologías ¿Dónde ve potencial por explorar?
En el área internacional. Si piensas que es el Estado el que maneja las relaciones internacionales, te das cuenta que hay una gran oportunidad para crear vínculos de la televisión pública en el extranjero. Se pueden dar contenidos no sólo para los chilenos en el extranjero, y a la vez, revisar a esos chilenos que viven fuera, que ya no son los mismos de antes. Imagínate, con todo lo que ha pasado con el cine chileno ¡lo bien que le está yendo! TVN podría ser un gran canal latinoamericano.
¿Y el financiamiento?
Soy optimista, y en el financiamiento creo que debería haber un mestizaje entre lo público y lo privado. Y en los contenidos también: un mestizaje entre lo que es televisión cultural propiamente tal, que como te dije, es discutible qué es y no lo es.
El cable y los contenidos en streaming son una realidad que acapara audiencia ¿Se acaba la televisión?
No, no creo que se acabe. Insisto: creo que el contenido es lo importante. Hay que asociarse para contenidos relevantes. Sí, el streaming es una realidad. Está Neftlix, pero a mí me gusta verlo en la tele. Hay que repensarlo todo.